Un solo movimiento milimetral del dedo meñique de mi pie izquierdo, y altero el cosmos.
Y es que todo es un periplo espacial y temporal, y mis átomos van mutando, en este instante, junto a mi pensamiento, en el que tu recuerdo, tu imagen, el sonido de tu voz que percibí en otro instante ya esfumado del presente, surge inexorable y maravilloso, y también triste, como los ecos de algunas antiguas melodías grisáceas que alguna vez interpretó Bill Evans en un piano que sollozaba otoño.
Esa misma melodía es tu recuerdo, y la memoria es un piano desterrado del ocaso, porque interrumpía el sueño de mis duendes de violetas, esos duendes un tanto susceptibles, que se ríen y me gritan tu nombre y hasta a veces me hacen llorar.
Lo lindo, es que este recorrido que mi dedo ejecuta a través de un conglomerado de realidades superpuestas, mientras tu imagen surge de lo subliminal del pensamiento,
emanará ciertas vibraciones energéticas que rebotarán en algún astro desprevenido y arcano, y llegarán hacia ti y te harán una casi imperceptible cosquilla en el corazón, y latirá más fuerte, sabiendo que en ese instante alguien te ama.
Francisco Garrido (2004)
Ilustración de Juan Manuel Plana Sabatez.
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