miércoles, 11 de julio de 2012

aproximación a lo inefable

"...El único enemigo es dos..."
Gilles Deleuze


mis ojos cerrados
se abren al vacío repleto
al papiro de agua
oscura y prístina
que me envuelve
que me embebe

mis manos juntas
se funden en un eclipse
y mi lengua forma un huevo
en medio del silencio

me veo avanzar
quieto
a través de un túnel
sin paredes

erigirme
yaciendo
en un campo sin abscisas
sin mas tierra
que el espacio que dejó
la tierra
al desleírse.



Francisco Garrido

De otros diluvios... *

Lluvia urdida en el viento.
Viento en su voluntad
de atizar a la lluvia.

Juntos, construyen
este intraducible castillo
de fugacidad.

Lluvia, viento,
mutuamente imbricados,
hacen resurgir en mí
esta ebriedad
plomiza y olvidada.



Francisco Garrido





*"De otros diluvios una paloma oigo"
Giuseppe Ungaretti

A Sri Ramakrishna

Thakur, heraldo de las latitudes de la luz,
imprime en el papiro de mi lengua las palabras fundamentales.

Thakur, mi mente se acerca hasta la orilla de Tu nombre para sumirse en diafanidad,
que mi mente sea acendrada por Tu nombre.

Thakur, anhelada beatitud en la que mi contorno recordará su ilusoriedad;
que todo mi nómade lenguaje se reintegre y a Ti te hable.

Thakur, la forma de Tu cuerpo está hecha de galaxias, está hecha de tenues líquenes; yo,
tu vástago estremecido, tu cántaro anhelante, que solo desee Tu dulce nombre, oh,
Ramakrishna.

Thakur, que la unificación no sea sino el descubrimiento de la unidad preexistente
que la elevación no sea hacia las alturas, sino hacia la ubicuidad.

Thakur, que Tu palabra, antorcha inalterable, se establezca sobre el mundo.




Francisco Garrido.

rememora

"El edén se ve tan próximo que no se como vivir"
Luis Alberto Spinetta


durmiendo al pie de un árbol
inconmensurablemente ausente,
al procurarte en el sueño como un satélite esquivo
o una magnolia aun no corpórea,
al verte emerger como una silueta entre nenúfares:
¿como ser entre tanto verde?.

ante esa aparición, el prisma del rocío
se reconstruye en mi.
y su espectro, asiéndome con sus relojes,
me vuelve a colocar en la región
melancólicamente exacta.

me tiende sobre la hojarasca
que accidentalmente toma
la forma de tu hablar tornasolado,
donde las libélulas
me prestan su entresueño
y el recuerdo arborece.

me llegás en un aleteo de corolas
disgregadas.



Francisco Garrido

Matinal

oigo fresnos a través de vos
y la gravidez de una esfera de hojas
verdes, como todo el enigma que te tapiza.

y siento aurora al recorrerme,
profundo peregrinar de los latidos:
vértigo en la garganta del bosque.

vibro todo cenit de dulzor solidificado
en cuerpo delirio de orfebre
cuerpo que ríe con esplendor de bálsamo

sí, las distancias se reordenan en fatuas latitudes.
mas nuevamente tu hablar
en toda su desnudéz jeroglífica.



Francisco Garrido

Panacea que a su vez no

los siglos enseñaron a mis manos
a construir esta frágil panacea,
éste cordamen de lágrimas y de cifras vaciadas,
y cuando sospecho su completud
creo sentirme pronunciado
por tantas aletargadas fibras
de símbolos infecundos.

mi ojo se diluye en un cielo de extrañeza
y en mi, el ocaso se transfunde
y se encuentra
con mis voces prosternadas.


Francisco Garrido

presencia

presencia
y todo su derredor
y todo lo antes de decir
y todo ese mundo implícito como una herida.

ya ausente, habla
y aún ausente
suele dilatar los diapasones,
los eslabones sutilmente quebrados
y la arena que se torna mas rumorosa
bajo el calor palpitante que se deslíe

y al volver de su ausencia galopante,
estentórea diadema
y cabellos en tribu,
queda un suspiro imperceptible
interceptado
entre bloques de vigilia

cuando el deseo como fragua la recomienza
junto a todo aquello que el fuego responde
y al mismo tiempo, la noche se deshace en crustáceos
en pedrerías resignadas.


Francisco Garrido

Me recuerdo

Recuerdo cuando los celestes bajeles se encresparon
y encontré la piedra mas redonda de la noche,
y viendo a mi alma empavesarse de mañanas,
me olvidé los horizontes.

Si, me recuerdo frente a un cielo abisal que me dilataba,
y me despertaba,
entre esquirlas de tambores presurosos,
desde un hondo pulso
cristalizado en la mano que me regalaba la vigilia.

Luego, regresaba bajo un sol que me tañía;
mi mente pulsada por esa luz;
me recuerdo, y a las flores en su mudo panegírico,
todo disuelto en las fiestas del nacar,
y al recordar,
los pensamientos son espumas de resplandor incauto,
y vivir es el extendido paso sobre el peldaño de la piel.


Francisco Garrido