viernes, 2 de septiembre de 2011

nocturno estupefaciente


Sentado sobre el amplio piso de mármol,
con un "gaulois" entre los labios,
contemplo el diáfano atardecer
derretirse ante mis ojos.

En la sutil atmósfera otoñal,
impera un aroma de oboe y de violines
escapados de un nocturno de Debussy.

Desde el horizonte,
los ecos agridulces de una séptima mayor
me acarician las sienes con una ebullición
de mil gaviotas de la isla de Madagascar,

y las magnolias del jardín,
tan iguales a tus senos,
ríen; ríen como la lluvia
con su risa de vidrios rotos.

Más tarde,
al extinguirse el día,
la noche eyacula
un paroxismo de luciérnagas.


Francisco Garrido (2003)

Arthur Rimbaud, por Jean-Louis Forain.

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