miércoles, 31 de agosto de 2011

pie fractal

mi mente yacía en la sonrisa de un canto nebuloso
y mas allá, las planicies blancas
sin saber las grises constelaciones
prados de rigurosas campanas
erigidas como un grito
junto a mi osamenta de barro adormecido
mi corazón de vástago expandía su fulgor entre la espuma
conformando una voz circular
mi sangre era espejo que contenía el silencio
de las bóvedas que trascienden el párpado del cielo
y los sueños enmarañados en la cima de sus ecos
deletreando felizmente la conjunción de átomos del nudo verde
y no me preguntaba el intervalo entre tu cuerpo y esos astros
tu cuerpo de amable fractal



Francisco Garrido 17/11/2008

Paisaje con casas, de Juan Gris

Tango, ma non troppo


ya no me importa la fanfarria de los puentes,
los almibarados espectros náufragos crisoles boreales
y su confesión de hojarasca;
las plazas que atardecen reflejos agónicos
de cigarrillo que se apaga;
la madrugada con esencia de fragata,
con su himen de ensueño;
el horizonte mandarino con antifaz de hurón sumo pontífice
que aplaude a la nada enardecida
para luego desmembrarse en tristes fibras mendicantes;
las pupilas de luna asfaltada y el ulular del fango.


Francisco Garrido (2006)

Juan Ranieri. Los beneficios de la miseria en la República Argentina. 2007

Ruby my dear

escucho aquella versión de ruby my dear, por Monk y Trane, y afuera de los muros blancos, vislumbro la lluvia despeinada, me pregunto donde termina cada nota para ser gota, para ser hambre, penumbras, mísera luminosidad. El solo de piano de monk es como una pantalla gris de la cual emanan pájaros, es como una circunferencia doliente que guarda la conciencia de piedras exhaustas, sigo preguntándome si cada jirón del momento puede copular con el anclaje de humo de otro momento olvidado, en que punto insípido de su planicie puede tomar color de tierra, y renacer al barro inhóspito, o si solo es la ropa del diluvio, agua inmóvil de mi alma, recubierta de colores enceguecidos, a los cuales me obstino en nombrar con hojas secas y nombres ausentes, y tus ojos que me recuerdan a lo que excede a la cápsula de mi vida.
destello de su iris constelado, túnel hacia dulces precipicios, océanos en trance, que irrumpen con sus luces de ternura enmarañada, por los pasadizos quietos de mi corazón flotante.


Francisco Garrido (septiembre, 2007)


templo central donde fluye


templo central donde fluye
alguna vez fue la herida por donde la luminosidad quebraba mi habitáculo de dulce penumbra
agua de sombra sin memoria
estero del sueño invisible anterior al espejo que tejen mis sentidos
(escición a la cual me obstino en adjudicarme)
tu voz de silencio coralino me impele hacia tu ciénaga de fulgor de sal desde una dualidad de pétalos
donde dormir el fuego
párpado magnético transido de alba
selva hipnótica donde extraviar las palabras
que recubren el color de mi mente
quiero volver para emanarme
que ya no sea yo, sino todo en mi
en el sol que nace de mi cetro para fundirme en tu océano espiral doliente
donde habita el universo como una mirada de topacio
mirada eterna que solo se mira a si misma.


Francisco Garrido (marzo de 2007)

escritura semi-automática


si
el yo número me brizna
me catapulto hacia el centro de mi sombra y digo
y al decir
paladar de tierra
y todo ensimismado trashuma sin saber los
cañaverales
las humaredas vastas
ocaso de manos
ya
vida que me rielas
salvaguardándome cadenas
ansias sin más pregunta que la lumbre misma
candor sumergido
simiente feto que sonríe delfines en los páramos
vivero del sueño
tanta pupila de dulzor anfibio.


Francisco Garrido (2008)

lullaby

mirada de muros tibios
de mármol herido por la lluvia
grieta en el sabor del otoño
que sueña las pieles entrecortadas de hojas
de olvido de vientos espirales
mar ausente
vida pequeña luminosamente frágil
va fluyendo dulce por los túneles
de la sangre del lirio sin señales
gritando humo
te nombro y empieza a desencadenar en el silencio:
labio
burbuja
papel
sonrisa fluvial
sueño que amanece la pupila del agua
ondas concéntricas en mi pecho
risas
la tarde es de té
me inunda de tibieza
de mi esternón sale el tren
solo al nombrarte de gruta dentro de mí
de aves agridulces
sos este horizonte dormido entre mis sienes.


Francisco Garrido (2007)

Torre del Greco de Alexander Andreyevich Ivanov.

a la espera

suspensión sobre gemido azul tornado en las
arenas de tu piel
lento las vigilias son de luz intransigente aguas
capullo
sin mentes mares cuatro los pies alados mariposas
al cristal
reververancias que rebotan a tu cielo
mata esta pesadumbre de rojos ambulantes
glu glu los pastizales mueren sal en la memoria
abrir de nuevo los confines inmutables
rey apaciblemente atroz lame luna
al aire despojado de magnolias estelares
magnetización del hálito azulino oscuro
agropecuario verde
salto a tu pupila de nieblas oculares imaginarias
deslumbra mi maniquí petrificado
de amores tropicales tempestad asmática
miradas atardecidas dialogan toda su aparición
desnudando máscaras sin tiempo
los nubarrones silenciosos sin mí por vez primera
que triste la gravitación de tus orejas
preciosas como diamantes vestigios del corazón
ornitológico
entiendo los mapas sin salvación cuando ya no
memoria sufre
mi ceja abandonada por tus bordes manchas de
sinsabor
en mi vástago que duerme al atardecer mira
sin sensación tus pestañas crisálidas de luces
amables
de faros castigados por tus lenguas
calla las manzanas abiertas al bosque somnoliento
hadas migratorias razones apagadas acuarelas de
nada
abrigan mi pecho atizando su hermosura espectral
dominios del tiempo se me escapa de manos
salvajes
ideas sin criar
las primaveras no sabrán de la existencia
apaciguada
princesa acústica y marfiles de cansancios
maltratados
de saliva hacia atrás las nubes convocan la partida
a los fieles espacios luminosos florecidos de
sandías especiales
fósforo adioses desiertos al morir

mirar
miruar
mar
mir
mur
lamer
la
mer.












Francisco Garrido (diciembre de 2004)

Imagen: A L'Heure de l'observatoire y Les amants, foto de Man Ray, año 1936

lunes, 29 de agosto de 2011

metempsicosis


las oscuras lampreas que traspasan
la inmensidad oculta
desfallecen en muecas disecadas
nada saben del desierto taciturno
olvidaron la absorción solar
de las calles en silencio
que es como una música agria
de peldaños que hacen frío
centelleante es el nombre
cuando desnuda sus pupilas
amedrentadas por el fuego
si la noche se lastima
sólo entonces sabrán de mi partida
hacia el sonido más callado
y doliente de la luz.


Francisco Garrido (2006)


Imagen: Sirena azul, de Marc Chagall

she sustain the wings


hecha de luna
de aluna lunesinada
de nada
de palabras
palabras y esférulas
de aire
silencio y aire
y acaso de ocaso
de alma
de auralma
de eclípsique
de abismos
de fragmentos
de luminosidad
de interestelágrimas
de cisnema
de alteraciones ectoplasmáticas
sucumbidas por antiguos mundos
de amor
de gris
de mi
de si
de fin
de sin de sol de sal y azul
de ser
hecha de.


Francisco Garrido (2004)

Composition with Gray and Light Brown, de Piet Mondrian, 1918

poema


infancia
latido inabarcable
savia de amanecer soñado en los campanarios de
mi mente
desde donde mirarte
y sos la aurora boreal
que refleja los días
islas claras
o múltiples ventanas y entre sus bosques
puertas encendidas de ya no pensar abismos
y un destello que nutre a los espejos de alucinada
blancura
y ahí es cuando intento decir
esfinge
o risa hilvanada a través del alba como una
cascada de reflejos
con pies de lirios conmovidos de ser tanta música
luciérnaga
y mis ojos comienzan a parir jardines
y te veo edificándome el sueño sin saberlo.


Francisco Garrido (2008)

The Steps At Vetheuil. Óleo sobre tela. 1881. De Claude Monet

escritura semi-automática


si
el yo número me brizna
me catapulto hacia el centro de mi sombra y digo
y al decir
paladar de tierra
y todo ensimismado trashuma sin saber los
cañaverales
las humaredas vastas
ocaso de manos
ya
vida que me rielas
salvaguardándome cadenas
ansias sin más pregunta que la lumbre misma
candor sumergido
simiente feto que sonríe delfines en los páramos
vivero del sueño
tanta pupila de dulzor anfibio.


Francisco Garrido (2008)

samadhi


muero
los pájaros premonitorios del alba
ya lo soy verde fuego que grita
en el corazón del viento
y me dispongo a renacer
en el solo loto cósmico
atravesando la ceremonia de las luces
que tejen el aire
la mansedumbre de los puertos
la infancia que se expande
con manos de radar antiguo
y que transmigra hacia el tan inmutable instante
con su danza de las esporas lumínicas
y nadas dalias anónimas que levitan
en la omniversal conjunción de todo lo existente
ya soy y sólo deseo sumirme en ATMAN que
refulge
con soles y ojos de eterno recién nacido.


Francisco Garrido (2005)

Mandala tibetano.

paradigma Iridiscente

la pregunta
es esa puerta desnuda


fulgor inerte
que vislumbra sus raíces
inmemoriales

amalgamadas
al silencio
de los cuencos lunares

con descalzos jardines
que dormitan

entonces

ahora

que yo
donde yo
mi alma

en la savia inmaterial
de las piedras

en la sombra
del dromedario

en la corteza del ensueño
al exudar demencia

en el océano
que no habla.


Francisco Garrid (2006)

Imagen: cuadro de Paul Signac

gymnopediè

"regarde moi, et sois coulaire".
(mirame y se color)
tristan tzara


la cósmica y sublime
esdrujulidad de tu nombre
al descansar en mis labios
secos de cartón piedra
me resulta una suerte
de caricia de humo
y neblina y lasitud
serpenteando entre la luces
pálidas de neón y de hastío
que tímidas iluminan
con fría melancolía
la noche vacua de ébano
resignada como el tiempo
cuando parpadean
parpadean
las glicinas del patio gris
simétricamente confeccionadas
con papel de cigarrillos
áridos y macilentos
como luna
la luna
sobre la plaza de San Sulpicio
empapando de luz de sombra
a la nostalgia cansada que duerme
sobre un banco polvoriento
tapado con el diario del domingo
del domingo de ramos
de ramos generales
generales
soldados
sangre
alcohol etílico
rhum indú
derramado sobre los cristales
cristales
bacarat
barcos
buques de guerra
de guerra de garra
de coatí australiano
Austria
sastre desastre
Jean Paul Sartre
Jean Luc Godard
Paul Gauguin
vahiné
Vailima
bambú
ámbar
cosmos.


Francisco Garrido (2004)

a Salomé


es un presagio violeta
una orquídea abismada como una sombra
transmigrante
un alma de estero telegráfico que levita para ser un
cisne
uniendo todas las galaxias en un tácito rumor rojizo
de espectrales frutas
pensadas como suspiros giratorios
el plañir de las plazas nevadas
prados de arpas en el lugar donde juegan los
antílopes
florecidos
en trance resguardado tanto
por las paredes de preguntar y la mañana como
una túnica
en su inmensidad de mínimo fulgor ultrasonoro
ella es su propia corola.


Francisco Garrido (2009)

hablaste


como un valle
me hablás
ya no está
la ciudad incrustada en mi pecho
donde gravitaba el orgulloso dolmen
y la luz me toma de la mano surgida del centro de
mi silencio
miro las cosas como fragmentos de un panal
iridiscente
todo un gran acuario sonríe en mi hipotálamo como
un desván
que resguarda un suspiro arbolado
y me lleva a despojarme, y verte constelada
diciendo.


Francisco Garrido (2009)

Dolmen.

pensée


Absorbo una piedra
que además de ser un accidente compacto y
corpóreo
es llave que da luz a mi bosque petrificado
que está acá desde cuando yo era una piedra
y la piedra era un pensamiento parido por un
silencio irrepetible
y ahora que el bosque es de palabras
fragmentos nebulosos que forman un puente
eventual
el mar aprisionado es el que habla y va en el rayo
y ahí es donde voy.


Francisco Garrido (2009)

nocturnidad

(rock and roll)


uh!, dime nena
¿cómo cruzar la nada a nado?
anonadadamente sangra silencio
a lágrimas translúcidas
y bocanadas de hastío
en un rapto de ruptura
en un delicioso delirio
licensioso de lirios
en un rayuélico suspiro
que nos enciele las pestañas
los parametrales párpados

oh!, triste nocturnidad
melalcohólica espesumbre
oh!, triste nocturnidad
de sueños diafanizados


con andenes de luna en las mejillas
con cardúmenes indefinibles
de anhelos extraviados en tranvías
dormidos.


Francisco Garrido (2004)

Interior, oleo del pintor argentino oriundo de La Boca, Fortunato Lacámera.

no tengo ganas

(a Philip Soupault, Samuel Beckett, y los
barrenderos de Villa Caraza)



tengo que decir
pero hay un océano en mi cráneo que grita
numismático y vaporoso
como los abismos que se ramifican lentamente en
el tablero de ajedrez
de las uvas que silban como una enredadera en mi
espina dorsal
hay un sol cantando el metal de mis extremidades
el sur es un pie y es un péndulo de risa
en el vórtice mismo de un dolor primaveral
antes, la aorta es la entrada al bosque que susurra
penumbras,
árbol que es un párpado cerrado detrás del sentido
de la palabra
llama plana y gris
me falta decir tiempo.


Francisco Garrido (2009)

estoy sentado, sí, pero no estoy

estoy sentado, si, pero no estoy.
de pronto es cuando se abre el vórtice por encima
del hogar a leña,
me precipito, llego dando vueltas en el aire,
sobre mi mismo, levitando,
y así es como entro en el vórtice luminoso,
donde todo se torna sueño;
y al sumergirme amanezco en el habitáculo azul,
tibio.
allí donde me aguardan las criaturas del silencio
y me abren sus manos y es cuando brotan los
cipreses;
cuando alegres florecen los soles y el cristal llueve
en el universo invisible que flota.
el amor hace reír a los astronautas,
las criaturas se ríen y me abrazan,
se ríen de las palabras de este universo que
miente.
las flores se encienden y salen de sus bocas,
me convidan a pasear por otros cielos
y praderas que cantan al rocío de la aurora,
pero el pasto se destiñe y se derrite el aire sobre
las copas
de los árboles huecos.

En el centro, un enorme baobab me saluda,
las criaturas en ronda me señalan el camino
y a los costados, los puentes de mimbre me
danzan.

Dentro del baobab hay pasillos blancos.

en el primero duermen los trenes
todos los trenes que ví en mi vida, bajo este estado
de conciencia
que no soy yo, sino lo que percibo.
reconozco trenes familiares, instantes que se
mueven;
vuelvo a cada instante, todos juntos son este
mismo,
todos son el mismo, todos son ahora.
este tren llega desde detrás de la noche, lo
recuerdo,
y al fin lo veo irse, y cuando vuelva será otro tren.
me veo incompleto en un viaje hacia el éter.
camino entre los carteles intermitentes de un anden
oscuro;
trato de procurar entereza y olvidar la llaga noche,
que me duele y es como estar con alma desnuda,
que tirita, y siento las espinas, las heridas
refulgentes.

es víspera de la fiesta patria absurda y gris,
después llego y me duermo con esperanzas de que
el tiempo se detenga.
y ese tren, lo veo, está triste, no logra conciliar el
sueño;
lo reconozco por su reloj, que me dice un nombre y
lo repite y nadie lo escucha,
en medio de un océano de ideas que me
anestesian y se vuelven a fundir con el aire,
y yo espero y me pregunto.

El tren es rojo, corre, se agita, pero no me lleva
hacia vos.
hay mendigos, la tarde sólo aprendió a sangrar
pero se consuela al menos con un ramo de música,
prefiero olvidar.
hay otros trenes, grisáceos, místicos, nocturnos,
heroicos,
y gente, mucha gente.

Me asomo al siguiente pasillo.
veo que duermen los pájaros, todos los pájaros que
vi en mi vida.
una bandada se expande desde la cima de las
luces de la plaza.
se escapan hacia distintos puntos pero en un punto
todos se transforman en el mismo pájaro.
y hay otros pasillos blancos donde duermen todos
los que fui.
En el último veo a todas las voces.
las voces de todas ellas que son la misma.
me voy en silencio para no despertarlas.
cierro suavemente los ojos y soy árbol.


Francisco Garrido (2006)

Cipreces, Cipreces, Camino con cipreces y estrella, de Vicent Van Gogh
Baobab.

paisaje asimétrico


no sé desde qué paisaje miro cuando sos mi viaje,
un navío donde pensar un crepúsculo en la frente;
duermo un bosque profundo y despierto entre
abedules
de los cuales penden jeroglíficos amigables,
me invitan a bailar, y me olvido de la danza
y toda mi conciencia se descubre en un párpado
acuático, entreabierto.

subo las escaleras de mi propia columna vertebral,
y siento el cansancio de ser un libro,
apretado entre mis sentidos yuxtapuestos,
y en un suspiro, abro la boca y se escapa
una legión de praderas que comí cuando era niño.

en la melena de túneles con paredes escritas
me extravié
reconozco un monumento con rostro de espiral
que canta.


Francisco Garrido (2009)

Construcción diseñada por Friedensreich Hundertwasser.

antena en medio de un bosque


abrazar a un caudal
y que mi espejo se neutralice y toda la columna que
abrazo se vuelva tierra, y yo, tenue liquen en medio
de una insurrección de perfume.
abrazar a un océano
y en mi mente, gestándose un paisaje táctil, de
selvas, de sedas, y todo un dulce vergel que en su
mismo interior danza, y los grillos, y la noche a mis
espaldas.
los dos floreciéndonos hacia un mismo cielo que
nos puebla.


Francisco Garrido (2009)

Sumatra.

elegía grisácea



estación donde arribar para que el aire se torne
libélula
y me aguarde un cristal un tanto embebido en
lluvias desahuciadas
y un jardín, del cual sólo sus palabras y sus manos
son los puentes
este paisaje profundo se encierra y se diluye
y un abeto se incendia en mi corazón
sin decir palabra.


Francisco Garrido (2009)

Imagen: pintura de Roman Opalka

somniloquio


ante el requerimiento de las partículas
y las cuerdas de cantar interrogante,
ante los tendones orgullosos de un pensar
ambivalente.

ante la torre que parpadea
y la noche, que me vuelve un feto insólito,
finjo una reverencia que me electriza las entrañas
y la arrojo al vacío;

estoy de rodillas frente al croquis del ocaso,
que me deja entrever un destello con perfume a
oboe,
que me unge con plazas atiborradas de jazmines.

voy a articular un sol frente a vos
y enjugarlo en la beatitud de mieles azules,
en el cántaro ceremonial, que es mi cráneo;
voy a delatar al sótano de una mirada,
y expulsar el plasma gris que tengo clavado en el
hipotálamo,
y convertirlo en una flor.


Francisco Garrido (2009)

Bosque de espinas de pescado, Max Ernst (1927)

exótica


al leerte los cabellos, comprendí tempestades
enredadas bajo tus pies,
que son islas de coral; mientras, halo lunar
insomne, te veo caminar
ataviada de dalia, con el rumor celeste de las auras
al unísono.

absorta y embebida, con un cuerpo de nenúfar, sos
un pálpito permeable
ante el sol y los inconmensurables gestos de todo
lo que vibra.
despertás, luego de tu canto levitante de
extramuros, y de tan blanca

te quebrás, se te escriben horizontes de sucesos en
tu retina de papiro.
tu forma se llena de reflejos, tu sueño se
comprende como un prisma,
recomponiendo, entre las voces desconocidas, la
inexorable fauna de tu idioma.


Francisco Garrido (2009)

La pubertad cercana, Max Ernst (1921)

un autre pensée


al dormir
me convierto en una escalera
y logro ascenderme hasta la celda florida que en mi
mente se multiplica
días y noches como innumerables muros
esparcidos
a lo largo de un perfume nebuloso y celeste
y tu nombre escribe los jardines.

tantos siglos grabados en pensamientos
petrificados,
y lienzos que cantan lo grisáceo de los trenes
tantos horizontes senoidales en arterias solares
nacen en un ser níveo y oscilante, que habla entre
los esteros del ahora
y sueña una fosforescencia salvaje y ceremoniosa.

una niña con cabellos de catedral
se descalza ante un río que sale de sí misma
y me llega como un eco tibio y vertiginoso

te sigo llamando río, para que me reconozcas, y
espero
y te llamo con toda la esfera de esta música
habitable

y todos nuestros gestos son de un orden cósmico
no imagines galaxias desmesuradas que hacen muecas de gloria
mirá tus manos
y reconocé las montañas y las palabras
primigenias.

sigo guardando un espejo inasible
que resguarda los signos entre nosotros
y el polvo que lo cubre, dibuja sonatas entre
suspiros.

quiero verte sonreír todas las constelaciones
y ser tu cercanía
quiero cerrar los ojos y ser un incensario en tu
ermita más niña
y que tu voz anide.


Francisco Garrido (2009)

antes que nada,
te pido a gritos que no me entiendas,
que no creas que estas palabras encriptan algo,
que no creas que este texto es más que una pared
y a la vez, ni siquiera una pared.
no lo comentes con otros lectores,
no pases demasiado tiempo leyéndolo,
no creas que detrás de estas palabras hay algo
más que excreciones y humores y miasmas con
sonrisas mohosas:
apenas termines de leer:
sacá a pasear al perro:
andá a comprar pan:
comprate una corbata bordó:
viajá en tren:
y después hacé todo eso junto, al unísono
mientras silbás la marsellesa al revés
y repetís incesantemente en tu cabeza el alfabeto
sánscrito.
en eso,
exactamente en eso consiste la sombra de mi
hígado.


Francisco Garrido (2009)


Collage de Hans Arp (1917)

anhelo de transferencia afásica de algo lindo e inefable


conjeturo un mundo
en una figuración del adelante
y a la vez mudable y quieto
mientras camino.
al dispararnos hacia las cosas
tenemos un poco de distancia en la piel
y dejamos un poco de ella en todo
y ese asimétrico desperdigar lejanía
en todo lo que nuestra superficie devora
genera ese viajecito intransferible
impreso en nuestras huellas
intenso y a veces gris
y la cotidianeidad
reducida a un papel de diario
pero hay otro mundo, de aura sonriente
y estamos nadando en él
en ese mundo estamos libremente enlazados
y te miro
y me siento parte de algo
y me detengo y aunque esa acción sea muchas
veces
siempre es contemplarte más real
las ondas expansivas de un suspiro
estamos surcados por voces translúcidas
por un vidrio grabado de noches agudas
un abrir los ojos ante una mañana
nebulosa como nacer.
estoy tan profundamente embebido de esta
desnudez extraordinaria
que comienza a expandirse ceremonialmente
cuando descalzas tus pupilas frente a mí
y brillas, hermosamente inerme, brillas.
o cuando mi sueño
te oye refulgir.


Francisco Garrido (2009)

connivencia


me regocijo en este microcosmos azul
mi cabeza como una cúpula ornada de vegetación
se despliega a lo largo de un sentir perplejo de
constelaciones
me dispongo a abrir los ojos a un remanso,
a un amanecer de manos lúcidas
y todo está repleto de manzanos
y valles y cascadas de luz violeta
acá está la galaxia, entre la hierba,
en este silencio ceremonial que me circunda
acá están todos los lenguajes latentes que
conforman este viaje,
y todas las criaturas edificadas con las luces,
enhebradas en un latido que confirma al universo
acendradas en un paisaje de conciencia
conmovidas ante el ritmo del océano
ante las alas imbricadas de un jardín
la vulva luminosa de la tierra


Francisco Garrido (2009)

Desnudo azul, Pablo Picasso, año 1902.

ya sea o quiero que sea


ya sea papel o galaxia, quiero que sea un lago, y
me sonría.
las paredes de mi habitación son sienes de niebla
amarilla,
guitarras que titilan el canto de engranajes solares.
y sin querer, ya me voy detrás de las pestañas de
un atardecer tan circular.
pero sigo acá,
en este vértice desde donde me miro cuando paseo
más allá de mí,
y siento las cosquillas de un espejo hecho líquido
en la nuca.
y te escribo feliz,
porque al escribirte,
todo yo transmuto en un pincel y me zambullo en el
sueño,
para embellecer las veredas inconscientes,
y por ahí camina mi sombra estremecida,
dibujo su propio estremecimiento,
y me acuerdo de cuando mis ojos son dos gotas en
la región que habla.
de niño imaginaba rostros amables en el
crepúsculo, pero ahora siento que ese rostro es real
y también es otra habitación.


Francisco Garrido (2009)

jazz neurálgico


recién abro los ojos cuando entro al estómago de la
vida;
pared que sonríe,
calabozo que sonríe,
arcoiris mutante a mis espaldas,
espaldas calcinadas por la lluvia,
por la lluvia interrogante.

paradigma de felicidad,
una sombra edulcorada de la muerte.

nazco una sombrilla.


Francisco Garrido (2009)


Ornette Coleman en negativo.

por virtud de negación


y de pronto, aquí,
con este lenguaje,
estos dedos,
estos ojos,
estos recuerdos,
tan algebraicos y grises tales como tumbas;
como si fuera real todo este sofisma histriónico,
perverso de yo;
como si desde eternamente fuese yo y no me
encontrara en este instante perdido en la
inmensidad;
como si hubiese elegido mi condición,
mi mismidad, mi vida, mi sexo, mi idiosincrasia
y redactar mi propia defunción conceptual bajo
reglas semánticas, arbitrariedades que utilizo,
como si me perteneciera la sustancia y no
sustancia que creo ser.
Soy esto mismo que pienso, misma ironía y
resignación,
bajo las alucinaciones del tiempo:
días,
noches,
horas,
segundos,
sueño,
vigilia,
ausencia,
repetición de fragmentos secuenciales de mí,
si es que eso soy,
y la abominable lucidez de aniquilarme
como centro, como deidad,
como ídolo de aquello que desconozco.
Reniego, ululo, grito,
retuerzo mi nada ante el cosmos;
quiero desmitificar mi yo mas premeditado,
vaciarme, negarme,
no ser de una vez por todas
y perderme en la ciénaga de silencio,
de todo,
de desconocimiento,
de ausencia.
Como si fuese dios de lo que no soy y me recreara
a cada instante.
No,
no me he elegido, no soy mas,
reniego;
reniego de mi con toda mi constelación
de aspectos humanos y deshumanos,
me libero de toda miseria y me apacigua no ser
y gritar crispado,
delirante,
autoirónico,
con todos mis agostos excitados,
todos mis ojos,
dedos, recuerdos, instantes, negaciones,
recuerdos, gritar: NO!


Francisco Garrido (2004)


Dibujo del austríaco Oswald Tschirtner, quien era esquizofrénico, y a quien los Einstürzende Neubaten homenajearon con su disco Zeichnungen des patienten O.T., los dibujos del paciente O. T.

alfombra sigilosa

A Juan Pablo Matute

acá los árboles
diciendo
y todo se ramifica en innumerables pasos
traslúcidos
y aparece el tiempo como una ameba vestida de
azogue
humana inversión del grito
que tornasolado rebota en los milagros
con paredes rugosas, un tanto, pero madres
ritmos que paren el abismo
y yo alrededor
ciñéndome.
al girar me veo el hipotálamo
y me reconozco en sus jardines colgantes
híbridas sonrisas, tal vez cisnes
y tal vez absolutorias ausencias domésticas
parecen cadenas, o un desierto errabundo
tan certero como el ritual del molinete del
subterráneo
que es la noria de esas galaxias que penden de los
naranjos callados
como suspiros
¿qué decir?, ¿qué morir mas que la piel como
simple balsa?
la del día que es candil de bocas
tan estremecidas, al recordar su inmensidad.


Franciso Garrido (2008)

riendanse nadadanza

bailo una danza esquizofrénica
en cada partícula de tu ser,
en cada célula que te constituye,
yo soy mi propia danza.
y bailo en las estepas de tu frente,
en el océano pacifico de tus ojos,
en el pavo real de tus pestañas,
en el tótem de tus narices,
en las brújulas de tus oídos,
en el hipopótamo negro de tus tímpanos,
en el horizonte rojizo de tus labios,
en la vía láctea de tus dientes,
en el húmedo calamar de tu lengua,
en la torre eiffel de tu traquea,
en los nenúfares de tus senos,
en el desierto del sahara de tu vientre,
en la gaita escocesa de tu estomago,
en el bandoneón que pichuco toca en tus
pulmones,
en el gong de tu corazón,
en los aljibes de tus manos,
en las araucarias de tus dedos,
en las liebres de tus pies,
en los iglúes de tus tobillos,
en el reloj de arena de tus muslos,
en el microcosmos de tu útero,
en el delfín azul de tus trompas de falopio,
en tus ovarios,
en tu cerebro,
en tus arterias,
en tus nervios,
en tus glándulas,
en tu alma.
yo soy mi propia danza;
bailo,
bailo al compás de una gymnopedie d
que alguna deidad me silba al oído,
bailo,
y cuando me canso de bailar,
mis células comienzan a dilatarse
hasta estallar,
dejo de ser yo para ser nada
y me caigo en el abismo de tu tiempo,
y me vierto en tus entrañas,
y me diluyo en tu plasma,
y me disuelvo en tu eternidad. . .
soy nada.


Francisco Garrido (2003)

Mujer con mandolina, de Pablo Picasso.

a quelles choses elle me rapelle?


a la nada,a la nada, a la nada,

al silencio,al topacio,a las magnolias,

al rocío sobre el pasto a las seis de la mañana,

a la brisa sutil de las tardes de estío,

a un libro grisáceo con sonetos en francés,

a las vocales de Rimbaud, al cáñamo, a la menta,

a los anillos de saturno, al aroma del limonero, a la luna,

al empedrado de una calle de San Telmo,

a la tibieza, al océano, a los violines.

a las flores acuáticas, a las muñecas rusas,

a los vitrales de las catedrales góticas,

a los álamos, a las nubes y los archipiélagos,

al antílope, al alba, al cristal, al sueño,

al amanecer visto desde una montaña de Nepal,

al adagio cantabile de la Patética, al amor.

al colmillo de marfil de los elefantes blancos de la India.



Francisco Garrido (año 2004)

Estoy en una habitación (lo ineluctable).




Estoy en una habitación.
No sé cuándo entré.
Sólo sé que estoy en una habitación.
No sé dónde estaba antes.
Sólo sé que estoy en una habitación.
Ahora sé que estoy en una habitación y que mi recuerdo se va haciendo cada vez más nebuloso, progresivamente, hasta la invisibilidad.
Cada una de las paredes de la habitación tiene un color distinto. La habitación es pequeña, tiene la forma de mi cuerpo, pero tiene infinidad de paredes, todas de distintos colores; muchas de ellas, no sé cuántas, todavía no las vi, o quizás las paredes siempre son las mismas, pero sus colores son mutables, y todavía no adquirieron la infinita, o cuasi infinita variedad y combinación de colores posibles.
De todos modos, quizás paradójicamente, la habitación sigue siendo infinitamente pequeña, y me resulta asfixiante, quizás cuando lo pienso, y más quizás cuando lo pienso y lo siento, y digo, y afirmo "esta habitación es infinitamente pequeña", pensamiento que me ahoga, sentimiento que me ahoga, ahogo que se piensa, ahogo que se ahoga y que vuelve a renacer.
No sé, no sé dónde estaba antes, no sé, no sé si estaba antes, si hay un antes, si hay un lugar o un estado en el cual poder haber sido antes, que ahora, y el ahora es sólo "estoy adentro de una habitación"; estoy tan acostumbrado a estar aquí adentro, que el hecho de pensar en otra habitación, o en un afuera, me resulta casi inverosímil; a veces quisiera que hubiera un afuera u otra habitación, pero luego logro reconocer una dicotomía entre ese posible afuera inaccesible, y ese pensamiento, esa construcción del afuera desde una "casi nada" conceptual, ese erigir un afuera desde "sólo esta habitación", que incluso no sé si atreverme a llamarle "esta", ya que no sé si hay "otra".
Pero en el momento en que comprendo que "esta" habitación, también puede ser "otra", contemplándola desde la nada, o "casi nada", como antes dije, la habitación llega a ser tan inverosímil como esa "nada" integrada por el vacío conjetural, habitado por todas esas posibles cosas, o no cosas, que no son la habitación.



Como antes dije, me asfixia estar adentro de la habitación, porque no sé nada más que esta habitación, y en el caso de saber algo más que eso, no sé dónde buscarlo; si la misma habitación puede tener un vestigio o una suerte de señal de algo ajeno a ella. O no.
Ante esa asfixia, puedo hacer varias
cosas: como esa asfixia es anterior a la comprensión de la misma, a que la asfixia adquiera un nombre y una forma, puedo, inconscientemente, pensar que la asfixia no me la produce el hecho de estar adentro de la habitación, sino el desconocimiento del posible afuera; como dejo de contemplarla desde la nada, la habitación y el afuera ya no están a un mismo nivel; entonces logro aferrarme a la habitación, como en un grito, y trato de eclipsar el vacío con el color de las paredes, y lo logro, lo logro mientras esté adentro de la habitación.
Algún día voy a salir, pero como el posible afuera, o la posible otredad, no las concibo como reales, posiblemente tan reales como la habitación, no me importa, finjo que no me importa.
Y sigo contemplando los colores de las paredes; y dejo de reconocer la dicotomía entre el pensamiento que intenta concebir el afuera, y el posible afuera, en sí mismo. como si ese posible afuera, fuera únicamente un pensamiento, que puede ser eclipsado por los colores de las paredes de la habitación.
En esa situación puedo llegar a sentir, pensar y afirmar: quiero estar en esta habitación, estoy bien en esta habitación, yo soy quien elige estar en esta habitación. Elección falaz, ya que no puedo estar en otra habitación, o afuera, o nunca haber estado en la habitación, por decisión propia, pero me olvidé.
También puedo, al tomar conciencia de mi asfixia en la habitación, decir, no, no quiero estar acá, no me gusta estar acá; si, las paredes tienen colores, pero estos no son más fuertes que la asfixia, incluso, todo lo contrario, los colores me recuerdan a la asfixia, y la comparación entre los colores y la asfixia, hace que los colores se tornen amargas caricaturas de sí mismos.


Entonces, puedo convencerme de que no hay otra habitación, y no hay un afuera, pero que sí hay una ausencia de los mismos, una inexistencia, y refugiarme, aferrarme a esa posible inexistencia, como en un grito; y creer que no puedo elegir estar en esa habitación, pero sí puedo elegir no estar, y no haber estado nunca, y hasta destruir la habitación, sin saber que existe la posibilidad de que al destruirla, afuera sólo haya una infinita y todavía más asfixiante ramificación de habitaciones.
Pero también puedo decir: no sé qué hay
afuera de esta habitación, no se si hay un afuera, es imposible que yo quiera estar en esta habitación, ya que no puedo querer estar en otra habitación, o fuera de la misma, y tampoco puedo desear una inexistencia, ya que nadie me puede afirmar que realmente haya una inexistencia, fuera de mi intento de concebir una inexistencia, y hay una dicotomía entre esas dos posibilidades.
Pero sí, estoy en esta habitación, no puedo negarlo; e intentar aceptarlo, en vez de desearlo, y adquirir una lucidez que me permita estar en la habitación, no para querer estar, ni para querer no estar, sino para estar, porque uno ya está, sin querer nada, y que lo que uno realmente quiere, se vuelva real, pero invisible, y que ya no nos asuste esa invisibilidad; ese es un estado paradigmático; quizás los otros estados, dos o más, y en estado de intermitencia y con matices entre ellos, no sean negativos en sí mismos, y sean necesarias sustituciones funcionales de ese estado paradigmático, aunque quizás haya un estado más paradigmático todavía, el cual no puedo negar, así como tampoco puedo negar su inexistencia.


Francisco Garrido (2009)

Imágenes de pinturas de Mark Rothko: Ochre and red on red, Blue red and green, y Mural.