Primer movimiento
"O el pájaro como acontecimiento"
Gilles Deleuze-Félix Guattari
los destellos se ordenan sigilosos
contra una espalda de resplandor lunar
los destellos prefiguran a la tormenta
disponiendo mis estremecimientos a modo de panoplia
un súbito espejismo de valle precede a los peldaños
vértebras de la sinuosa serpiente marina que asciende
hasta desmelenarse en cascadas de resplandor simétrico
(oh), amarilleo nocturno de lentas aguas
despertar de criatura de vértigo
que contempla sus escamas con reflejo de eclipse
un tintineo como intersección de luces,
punto de luz, punto que se revela como pléroma, y en él habla el Todo (astro total)
que se circunda a si mismo y en sí se parapeta.
más, los muros que se elevan, crispados, majestuosos,
y a sus pies, las crecientes olas que devienen en el canto
oscilante del pájaro a la deriva.
extravío, paisaje rendido, insomnio reptante entre los árboles.
nuevamente los destellos, pero ahora son ramas.
Francisco Garrido
miércoles, 24 de octubre de 2012
martes, 23 de octubre de 2012
Estoy en la intemperie
Estoy en la intemperie. Siento haber trashumado tiempo, solo mensurable a través de las auras, cuando gravita.
Siento haber transmigrado hasta vos, donde la simiente con su guiño, se revela misterio, y entrego mi mirada al cielo, aun bañado en intemperie, que a su vez me contempla como el tacto del quiromante.
Francisco Garrido
Siento haber transmigrado hasta vos, donde la simiente con su guiño, se revela misterio, y entrego mi mirada al cielo, aun bañado en intemperie, que a su vez me contempla como el tacto del quiromante.
Y cuando me pregunto cómo llegué, recuerdo al ave migratoria que me
condujo, dormido, hasta la intemperie, arrojándome como a un venablo
incendiado de sí mismo.
Una mirada me insufló la espuma estridente mezclada con silencio en
columnas y sedosas piras, y me arrancó las latomías de la sangre.
País de tu mano y la llovizna que me labraba desintegrando todo antro del miedo y horizonte de sucesos* de la ausencia.
Si, ruiseñor en su oficio de desguazar los féretros; y el regreso al
perfume inenarrable, acaso envés de la intemperie o región frágil e
irrebatible del encuentro, luego del encaje de los siglos y su tránsito.
Vi los cuásares centellear en su intermitente idilio. Vi el trance
irisarse en unos ojos y me vi, entre cristalizaciones, entre
pensamientos todavía nutridos por el almibar de la víspera.
Pero ahora, coronado de intemperie, oigo el discurso abismal, que se musita como un viento lejano.
Francisco Garrido
*Frontera de un agujero negro
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