lunes, 29 de agosto de 2011

estoy sentado, sí, pero no estoy

estoy sentado, si, pero no estoy.
de pronto es cuando se abre el vórtice por encima
del hogar a leña,
me precipito, llego dando vueltas en el aire,
sobre mi mismo, levitando,
y así es como entro en el vórtice luminoso,
donde todo se torna sueño;
y al sumergirme amanezco en el habitáculo azul,
tibio.
allí donde me aguardan las criaturas del silencio
y me abren sus manos y es cuando brotan los
cipreses;
cuando alegres florecen los soles y el cristal llueve
en el universo invisible que flota.
el amor hace reír a los astronautas,
las criaturas se ríen y me abrazan,
se ríen de las palabras de este universo que
miente.
las flores se encienden y salen de sus bocas,
me convidan a pasear por otros cielos
y praderas que cantan al rocío de la aurora,
pero el pasto se destiñe y se derrite el aire sobre
las copas
de los árboles huecos.

En el centro, un enorme baobab me saluda,
las criaturas en ronda me señalan el camino
y a los costados, los puentes de mimbre me
danzan.

Dentro del baobab hay pasillos blancos.

en el primero duermen los trenes
todos los trenes que ví en mi vida, bajo este estado
de conciencia
que no soy yo, sino lo que percibo.
reconozco trenes familiares, instantes que se
mueven;
vuelvo a cada instante, todos juntos son este
mismo,
todos son el mismo, todos son ahora.
este tren llega desde detrás de la noche, lo
recuerdo,
y al fin lo veo irse, y cuando vuelva será otro tren.
me veo incompleto en un viaje hacia el éter.
camino entre los carteles intermitentes de un anden
oscuro;
trato de procurar entereza y olvidar la llaga noche,
que me duele y es como estar con alma desnuda,
que tirita, y siento las espinas, las heridas
refulgentes.

es víspera de la fiesta patria absurda y gris,
después llego y me duermo con esperanzas de que
el tiempo se detenga.
y ese tren, lo veo, está triste, no logra conciliar el
sueño;
lo reconozco por su reloj, que me dice un nombre y
lo repite y nadie lo escucha,
en medio de un océano de ideas que me
anestesian y se vuelven a fundir con el aire,
y yo espero y me pregunto.

El tren es rojo, corre, se agita, pero no me lleva
hacia vos.
hay mendigos, la tarde sólo aprendió a sangrar
pero se consuela al menos con un ramo de música,
prefiero olvidar.
hay otros trenes, grisáceos, místicos, nocturnos,
heroicos,
y gente, mucha gente.

Me asomo al siguiente pasillo.
veo que duermen los pájaros, todos los pájaros que
vi en mi vida.
una bandada se expande desde la cima de las
luces de la plaza.
se escapan hacia distintos puntos pero en un punto
todos se transforman en el mismo pájaro.
y hay otros pasillos blancos donde duermen todos
los que fui.
En el último veo a todas las voces.
las voces de todas ellas que son la misma.
me voy en silencio para no despertarlas.
cierro suavemente los ojos y soy árbol.


Francisco Garrido (2006)

Cipreces, Cipreces, Camino con cipreces y estrella, de Vicent Van Gogh
Baobab.

1 comentario:

  1. Exelente;me gusta mucho lo tuyo,en verdad me gusta como sos parte del paisaje.Tambien lo soy Pero cruzando el rio,u al otro lado del camino...
    Un abrazo desde Montevideo.
    Vuelo(Noelia Viqueira)

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