presencia
y todo su derredor
y todo lo antes de decir
y todo ese mundo implícito como una herida.
ya ausente, habla
y aún ausente
suele dilatar los diapasones,
los eslabones sutilmente quebrados
y la arena que se torna mas rumorosa
bajo el calor palpitante que se deslíe
y al volver de su ausencia galopante,
estentórea diadema
y cabellos en tribu,
queda un suspiro imperceptible
interceptado
entre bloques de vigilia
cuando el deseo como fragua la recomienza
junto a todo aquello que el fuego responde
y al mismo tiempo, la noche se deshace en crustáceos
en pedrerías resignadas.
Francisco Garrido
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