¿donde comienza el entramado?
¿en la llovizna?
¿en la estrella de primera magnitud de cada gesto?
¿en el reloj que me regala la oropéndola?
sólo sé de las manos que inventan el curso de mis ríos subterráneos
sólo sé del hálito que estremece a la piedra del umbral de mi aorta
que me exalta cada gozne,
mi sensación que hibernaba en un espejo,
y me ensortija el sueño, en su íntima torre de alabastro
la esfinge solar que delata a las simas
como una manera de abolir toda consternación de estrellas
un astro que me envuelve con reflejo absolutorio
y me devuelve a la bahía febril donde emerge una nueva infancia
cuando se pronuncia el fragmento de rocío en que la fábula se mece
por quien en sueños musita pájaros,
aquellos, al retozar por todos los ángulos de la noche.
Francisco Garrido
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